Producción y Filosofía: Ejemplo práctico de "Qué es componer, arreglar, improvisar e interpretar". (2018)

Estas últimas semanas decidí hacer un playlist de boleros para regalarle a mi abuelita, y me he visto en la posición de pianista/arreglador, lo cuál ha generado en mi experiencias y conclusiones que me gustaría compartir.

Primero que todo, ayudaré al lector a entender en qué consisten ambas actividades, la de interpretación y la de composición:

El compositor "crea" material nuevo (coherente en sí mismo) y que desde el punto de vista de las bellas artes expresa emoción, ideas o valores a través de sonidos/silencios. La composición sucede en un lugar cerrado, con tiempo (lo cual implica capacidad de seleción y edición). Si alguien compone a tiempo real, la palabra es improvisación; Según Stravinsky la composición era "improvisación selectiva".

El interprete es el encargado de llevarlo a la vida, en este proceso el intérprete toma la información entregada y al convertirla en "realidad" debe pasar por el velo de su consciencia, a través del cual transforma la música (para bien o para mal) impregnando inevitablemente de su visión de ella. El intérprete decide si seguirá la estética de la época del compositor y las ideas originales de él o las romperá dándole un nuevo sentido: esto se expresa en concreto en los matices de su interpretación, tanto en dinámica como en la sensación de frase, articulaciones y tempo. Finalmente lo que se tiñe en la música no es sólo efectos técnicos si no lo que significan, lo que en su base nos lleva a sus valores e ideología sociocultural.

Como dato extra, el arreglador es el encargado de transformar la composición, que originalmente fue hecha para ciertos instrumentos y estilos, a otro formato (otros instrumentos, otros estilos, etc.)

En mi experiencia he tenido una relación ambivalente con la interpretación, primero porque comencé como pianista y aún habiendo sido siempre un compositor, y en segundo lugar porque aún siendo compositor la relación con la interpretación es casi inevitable.

Mi misión era simple, hacer una serie de arreglos para piano de boleros y grabarlos en una toma para hacer un playlist para mi abuelita.
Parece simple, y lo es: el primer desafío es mental: ¿cómo hacerlo y estar conforme como profesional con esto?

Tomé con la mayor humildad posible la tarea, es un regalo que procede del corazón, en éste caso, nadie me está exigiendo ciertas características, nadie me empuja a rearmonizar profundamente, o a frasear de tal o cual manera. Entonces decidí hacerlo con amor, antes que con presión técnica.

Luego de decidir que sería la emoción de cariño la que llevaría los arreglos tomé una guía armónica con melodía y empecé a tocar, nacieron algunas rearmonizaciones, también decidí conservar lo más simple posible la melodía para que mi abuelita pudiese escuchar la melodía y conectarse con ella. Mi maestro de Armonía solía decirme que los músicos aveces nos olvidamos de la melodía, mi experiencia tanto práctica como de estudios ha confirmado eso en cada paso, y con eso en mente comencé a grabar.

Mientras grababa los ya 6 videos (y espero que sean más) también me di cuenta que mi capacidad como arreglador y compositor es más precisa que mi capacidad como pianista. Ésto por supuesto no es ni bueno ni malo, mis dedos tienen que seguir a mi cabeza y es tal y como lo elegí, de lo contrario hubiese estudiado composición. Lo difícil acá fue el segundo desafío: a veces, las cosas no salen bien y punto.

En general las personas serias y autoexigentes sufrimos con esto; en mi caso ocupé entre 2 a 6 horas por canción para grabarlas. Sin embargo elegí que en vez de envenenarme con los errores y dificultades técnicas debía jamás perder el amor por mi abuelita, ni por la música y si me cansaba paraba, cada vez que podía agradecía tener la oportunidad de hacer este regalo. Y finalmente la tercera lección y más dificil: apender a convivir con la sombra.

Una vez grabada una buena toma siempre había algo que no me gustase, algun matiz, alguna frase que estaba fuera de lo que tenía en la cabeza, algún error superficial y sobre todo aveces mis manos no estaban a la altura de mis arreglos, es decir: no sonaba exactamente lo que sonaba en mi cabeza a sabiendas que dentro de mi imaginación, sonaba mejor en mi cabeza. Decidir que está bien tal cual y no quedarse editando por horas es una lección gigante que he tratado de transmitir a mis estudiantes de composición; yo mismo me encontraba en esa situación (me he encontrado antes, especialmente grabando el disco Hilo Rojo), pero la sensación no se hace vieja: abrazar la sombra y que "aceptar que es suficiente" no es rendirse, es abrir la puerta a nuevas experiencias, nuevos desafíos y la creación de más material que si no existiesemos, no nacería.

Espero que esta información/experiencia les sea útil a mis aprendices y quien sabe si a algún otro amante de la música.


Saludos


Danilo Dawson